Profesional del Mes. Visitamos una de las tres sedes de la red Sui Color en Buenos Aires, donde entrevistamos a su gerente, Guillermo Ortega, en medio de la celebración de los 20 años de esta pinturería en permanente expansión.
Por Federico Duarte Garcés
A comienzos de este siglo, el emprendimiento de pinturas de Guillermo Ortega, se vio ‘acorralado’ por la asfixiante situación económica de Argentina. La recesión más prolongada en la historia del país había derivado en el ‘Corralito’ decretado por el entonces presidente Fernando de la Rúa.Las ventas empezaron a caer de manera abrupta y los cheques que por lo general recibía ya no podían ser pagados por sus clientes. Así pues, debió presentarse a concurso de acreedores y resolver el cierre de una aventura empresarial iniciada en la década de los 80.
Sin embargo, allí quedarían las cenizas de la red de pinturerías que conformaría un par de años después y que hoy celebra dos décadas de existencia en tres sedes distintas de Buenos Aires.
Conductor de sueños revestidos de esfuerzo
Guillermo nació en Colón, pero llegó a la capital con sus padres cuando tenía nueve años. La pelota en la calle y un tanto de tenis hacían parte de su planeación de aquellos días. No obstante, el automovilismo era ya el deporte que más le atraía; mucho más que el fútbol, toda una novedad en un argentino.
A pesar de ser hincha de River Plate, solo asistiría dos veces al Monumental. En cambio, en un par de ocasiones le seguiría los pasos a un amigo que vivía cerca del autódromo para ingresar de forma desapercibida a este, escenario de una veintena de competencias de Fórmula 1, conquistado por corredores como Emerson Fittipaldi y Michael Schumacher.
Sin embargo, la fórmula que aplicaron era para pruebas de categorías nacionales: se metían a las seis de la mañana por el alambrado para no pagar, y esperaban hasta las 9 a.m. acostados en el último escalón de la tribuna para que no los detectara el personal de seguridad, aguantándose el calor respectivo de verano o el frío de invierno.
“Lo mirás hoy y es un suplicio”, comenta en retrospectiva, al reconocer que el fanatismo no ha sido lo suyo, en ningún sentido, si bien dicha pasión por los automotores lo llevaron a formarse como ingeniero mecánico.
Era el año 1973 cuando terminó la secundaria y eligió dicha carrera. Tenía 20 años. Sin embargo, al año siguiente prestó el servicio militar; de vuelta, un tío que gerenciaba una pinturería llamada Casa Poggi, cercana a la facultad donde estudiaba, lo invitó a trabajar con él. Así empezó su inmersión en el mundo de los recubrimientos.
Diez años después, por los días en que Raúl Alfonsín asumía como ‘padre de la democracia’ tras el período de dictadura cívico-militar conducido por el Proceso de Reorganización Nacional, un militar retirado que comerciaba productos para las Fuerzas Armadas se acercó al lugar donde laboraba Guillermo inquiriendo el valor de diez latas de pinturas.
A Guillermo le correspondió atender a este cliente, que con el tiempo se transformaría en su socio comercial luego de animarlo a emprender su propia distribuidora de pinturas.
Era un pequeño local, pero que empezaba a crecer en la medida en que se producían licitaciones con el Estado y empresas privadas. Sus jornadas se extendían por más de 16 horas en las que conducía una camioneta para retirar y entregar los diferentes pedidos que contestaba al teléfono. Sin embargo, a finales de los 90 empezaron los problemas con los cobros y las ventas se disminuyeron hasta llegar a casi cero en ese fatídico 2001.
Renacer para crecer
“No soy de bajar los brazos fácilmente”, indica Guillermo, quien para entonces, cerca de cumplir los 50 años, se consideraba un hombre joven aún, y que “a partir de esa experiencia, como tantas otras pymes, tuve que resurgir de las cenizas”.
“El país estaba renaciendo, con un nuevo gobierno, con nuevas reglas, con una brutal devaluación que había llevado a salir de la convertibilidad. El tema del Corralito en parte ayudó a que las familias compraran pinturas, revestimientos con tarjetas de débito ya que, recordá que no se podía sacar mucho efectivo, y las familias refaccionaban y arreglaban sus casas de fin de semana en el caso que las tuvieran”, rememora Guillermo al señalar que la construcción comenzó a reactivarse y, por ende, los arquitectos, ingenieros, pintores entre otros también nos comenzaron a comprar”.
Así pues, reparó en que el país y la vida le daban una segunda oportunidad en un tema del cual era experto, “que el fracaso de mi anterior pyme no había sido por culpa de un mal manejo ni por desconocimiento, sino por situaciones propias de un país muy difícil como lo es la Argentina. Y era un desafío personal lograr nuevamente, corrigiendo errores, ser un referente dentro de este rubro”.
De esa manera, reunió a los dos socios que habían permanecido con él, con los que batalló durante dos años en que pudo arreglar con el dueño del local arrendado en la avenida Álvarez Thomas (hoy con un mural de Maradona a la entrada), y en 2003, bajo la razón social de Propimat S.R.L., fundó la red de pinturerías Sui Color.
A partir del aporte de 4.000 dólares de nuevos socios y el crédito de distintas fábricas, entre las que cita Revestimientos Sitex, Emapi y PPG, quienes “nos apoyaron desde el inicio, confiando en nuestros conocimientos del mercado”, la empresa volvió a nacer y florecer aún más con el tiempo.
Al día de hoy, fuera del showroom de productos con el que cuenta la compañía en la localidad de Posadas, provincia de Misiones, que vende y distribuye sus productos, así como una franquicia en la ciudad de La Plata, la red cuenta con seis locales propios en los barrios porteños de Colegiales, Parque Chacabuco, un outlet en Villa Urquiza y el último local inaugurado a fines de junio del 2019 en Caballito. Este fue el que visitamos el pasado mes de octubre en medio de la celebración de los 20 años de la red.
Más que una pinturería
Detrás de una serie de estanterías de pinturas industriales y arquitectónicas, que de manera laberíntica marcan el camino del primer piso, aparece un pequeño pasillo para ascender las escaleras que llevan al Centro de Capacitaciones inaugurado el pasado mes de mayo bajo el nombre de Ale Gherzi, en homenaje a uno de los empleados más queridos de la compañía.
Antes de acceder al salón de 70 metros cuadrados donde se llevan a cabo las capacitaciones teórico/prácticas, que le dan continuidad a los cursos iniciados en 2019 para profesionales de la industria de pinturas y recubrimientos, se encuentra don Guillermo. Permanece sentado con la cabeza alzada y toda la disposición para atendernos, a pesar de un compromiso a continuación en Belgrano y que el celular le resuene cada tanto, el cual deja a un lado.
Tal como en los días de su primer trabajo, su jornada empieza al levantarse a las 6 a.m. y se extiende hasta las 7 p.m. en que regresa a casa para encender su computadora y ponerse en función de algún presupuesto o pedido, antes de irse a la cama a las 11 p.m. Hace unos meses, antes de que falleciera su esposa por un cáncer avanzado, mantenía la computadora consigo en casa para dedicarse de lleno al cuidado de ella, María Marta.
Durante este tiempo ha estado arropado por los 17 empleados actuales de la compañía, ocho de ellos vendedores directos, quienes se han convertido en una familia. A cada uno de ellos los conoce personalmente y reconoce las capacidades y el potencial para edificar su propio camino profesional, como aquella chica de marketing que a su paso, antes de dar el salto a una multinacional, propuso el slogan “Más que una pinturería” que perdura como parte del nombre de la organización.
“Yo le digo a los chicos que laburan conmigo: mirá, yo no me voy a llevar nada de acá. Si ustedes son vivos, laburan toda la vida y ya está; pero yo cuando esté en la silla de ruedas, mantenerme nada más, no voy a necesitar más que eso”, apunta Guillermo, con la mirada fija que aguza sobre sus lentes, después de señalar su deseo de que los miembros de su equipo aprendan las funciones que él ha desarrollado tanto tiempo por cuenta propia y se afiancen en nuevas posiciones.
“No hay más lugar para el emprendedor autodidacta o que tiene ganas nada más. Hoy competís con monstruos, así que tenés que ser creativo desde la parte de la experiencia; lo único que tenés en este momento no es plata, sino experiencia: haber vivido montones de crisis, como la del 2001 o ahora”, sostiene Guillermo, quien en más de 40 años de trabajo considera que cuenta con un máster en manejo de crisis y situaciones inesperadas.
Por eso, su llamado a todo emprendedor es que “no se decaigan frente a la adversidad, que aprendan de los errores para no volver a cometerlos, que quebrar y volver a empezar no es la muerte de nadie”. Lo dice al reafirmar que en cinco años se ve “trabajando con el mismo entusiasmo que tengo ahora”.
“En diez años tendré 80, así que no sé si seguiré al mando de la empresa o asesorándola desde mi casa y yendo algunas veces por semana. Pero no me veo totalmente jubilado. Tengo mucha energía y mucho de mi vida puesto en Sui Color”, remarca.
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