Para la continuidad del ciclo de artículos relacionados con la valoración de la corrosión, en esta edición vamos a tratar el tema referente al “Material afectado por el proceso de corrosión”.
por Juan Manuel Álvarez*
Para la continuidad del ciclo de artículos relacionados con la valoración de la corrosión, en esta edición vamos a tratar el tema referente al “Material afectado por el proceso de corrosión”.
Este tema tiene relación directa con la selección de materiales utilizados en las estructuras y la tendencia de estos a la forma como reaccionan con el medioambiente al que están expuestos, enfocado a partir de la corrosividad, que finalmente es la que determinará la vida útil del material y lo que se requiere para el control de la corrosión de esos materiales en cuanto a mecanismos, procedimientos y productos.
Debemos partir que la selección de materiales involucra las resistencias mecánicas que debe tener el material para cumplir debidamente con las cargas que demanda el componente o la estructura en su vida útil o prevista de trabajo, y la baja reactividad que presente el material seleccionado con el ambiente al cual estará expuesto en condiciones de trabajo. Por lo tanto, y con base en el objetivo de este artículo, nos centraremos en el segundo criterio de la selección de materiales: cuál es la tendencia en la formación de productos de corrosión o la reactividad del material al ambiente externo.Voy a partir del término “Resistencia a la corrosión”, que eventualmente se adjudica como propiedad en los materiales, bien sea en fichas técnicas o en información comercial.
En la práctica, la “Resistencia a la Corrosión” no se debe considerar una propiedad de los materiales; técnicamente no lo es, tampoco es una propiedad especifica de los materiales, ni intrínseca. La formación de los productos de corrosión viene como consecuencia de la reactividad del material con el ambiente que está en contacto con la superficie.
Debemos considerar a la “Resistencia a la Corrosión” como el resultado de la resistencia del material a la reactividad con el ambiente circundante versus la agresividad de este ambiente que se encuentra en contacto con la superficie del material; esta reactividad se da en la interfase por reacciones químicas o electroquímicas que crean un desbalance electrónico que por oxidación da inicio a la formación de los productos corroídos.
Con el propósito de crearle un término adecuado a este proceso, vamos a llamarlo “Corrosividad”. De esta manera la “Corrosividad es pues la valoración de la reactividad del material seleccionado al exponerlo a cualquiera de las diferentes variables ambientales, y el análisis de la agresividad del ambiente que está en contacto con la superficie del material, que se mide a través de cada una de las variables que componen este ambiente.
Sin citar materiales específicos vamos a dar un ejemplo: hay materiales que se comportan muy bien en ambientes húmedos, pero no en ambientes donde la información química o el pH hace que estos sean bastante reactivos, y se generaran productos corroídos en velocidades no naturales.
De igual manera podríamos citar ejemplos en los que los materiales sean poco reactivos en pH ácidos pero que en presencia de temperaturas altas son bastante reactivos, propiciando rápidamente la formación de productos de corrosión. Podríamos citar múltiples ejemplos, todos llevándonos al mismo criterio, el cual es que los materiales no se reaccionan igual en todos los ambientes, lo que permite ordenar los materiales para un mismo ambiente de acuerdo a su reactividad.
El orden de los materiales con base en su reactividad en un ambiente específico cambiará en el momento en que se modifique el ambiente. Por ejemplo, el comportamiento de diferentes materiales no será el mismo en un ambiente marino, cambiará al exponerlos en un ambiente industrial.
Para el manejo de estos criterios de selección de materiales desde el punto de vista de la “Corrosividad” se utilizan las llamadas series galvánicas, las cuales establecen un orden de materiales de acuerdo a su reactividad en ambientes específicos.
Este primer paso, para efectos de selección de materiales, debe ser complementado con los diferentes mecanismos que generan los tipos de corrosión existentes, ya que el ordenamiento por reactividad solo nos indica su tendencia o la facilidad con la que un producto se corroe con respecto a otros materiales; pero no nos está determinando que puede ser susceptible a cualquier tipo de corrosión, ya que cada tipo de corrosión tiene una relación directa con alguna o algunas variables del ambiente, tal como se destacó en el anterior artículo.
Con base en lo anterior, es importante señalar que el material seleccionado será afectado por el proceso de corrosión una vez que se inicie la reactividad del material de superficie con una variable especifica del ambiente, con la cual este material tiene mayor reactividad o es más susceptible a que reaccione para generar tipos específicos de corrosión.
Lo anterior hace que las inspecciones y el número frecuencias que se acuerden se puedan establecer con antelación como modo preventivo a través del monitoreo o de acciones predictivas de falla en los materiales.
Por consiguiente, el resultado que arroje el material afectado por el proceso de corrosión no necesariamente debe tomarse como una mala selección del material, sino como una mala selección de las técnicas de inspección; errores en la determinación de las frecuencias de inspección, mala selección de los productos aplicados para el control de la corrosión de esos materiales en determinado ambiente, malas prácticas en la aplicación, y otras razones que nos llevarán a considerar que los niveles y procedimientos de mantenimiento no han sido debidamente realizados siguiendo las políticas preventivas, lo cual genera que los materiales, componentes o estructuras presenten afectación por la presencia de productos de corrosión, siendo afectada su vida útil, su confiabilidad y su costo a través de la depreciación.
En consecuencia, el material afectado por el proceso de corrosión no debe verse como un hecho natural en la industria, sino como una falencia técnica que denota falta de conocimiento, de conciencia o del debido presupuesto, el cual quizá no esté acorde con la producción o los costos, motivo por el cual deben separarse para su control los costos de corrosión, los cuales conforman todo lo concerniente a lo necesario para lograr el propósito de controlar el proceso de corrosión.
En el siguiente artículo se tratará otra temática referente a la valoración de la corrosión. Como siempre les deseo un buen envejecimiento y muchos éxitos en sus labores.
* Juan Manuel Álvarez es Miembro consultor de los comités técnicos de NACE International, Miembro de A.S.T.M, de ACICOR (Asociación Colombiana de Ingenieros de Corrosión), de ASCOR (Asociación Colombiana de Corrosión y Protección), de ACOSEND (Asociación Colombiana de Soldadura y Ensayos No Destructivos), de ICONTEC (Instituto Colombiano de Normas Técnicas), de los comités técnicos de END, Soldadura, Recubrimientos, Combustibles y otros. Además es profesor Universitario y conferencista. Puede escribirle al e-mail: [email protected]
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