De este último caso tengo un ejemplo bastante diciente. A finales del año pasado, tratábamos de hacer la radiografía del mercado de pinturas en uno de los países andinos y para eso indagué por cifras de ventas y producción entre los principales actores del mercado. Mi decepción fue grande cuando confirmé que un de los gerente me dio ciertos números de exportaciones que, al ser contrastados con los de la autoridad aduanera, resultaron inflados.
Aunque no es obligación compartir las estadísticas particulares, creo que es sano y necesario que el mercado esté definido y que la competencia sea transparente. Eso beneficia a los líderes en ventas, que podrán establecer y calcular las diferencias con su competencia; y a los pequeños que podrán identificar nichos de mercado con crecimiento potencial.
Incluso el sector podría sacar provecho de una buena radiografía del mercado, pues cualquier proyecto de ley que quiera promoverse tendrá un eco mayor si se puede justificar cuántas personas se benefician del trabajo en el sector de pinturas y cuánto contribuye la industria al PIB.
Desde la barrera no encuentro una explicación clara a por qué debe ser un secreto cuánto produjo una empresa y es por eso que esta carta funge como invitación a la sana competencia, a la capitalización y reproducción del conocimiento y a la sinceridad frente a la situación de cada compañía. Al fin y al cabo la realidad puede disimularse, pero no eludirse.
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