Si bien el precio del petróleo se ha trepado a niveles no imaginados, no es viable decir que el negocio no es factible pues estaríamos renunciado a la capacidad de innovar. Adaptarse al cambio es una de las fortalezas que las compañías tienen que desarrollar en nuestro mundo globalizado pues uno nunca sabe a ciencia cierta con quién competirá mañana. Dentro de este contexto, el mejorar día a día la competitividad y productividad de las empresas pintureras no equivale solamente a reducir costos para aumentar los márgenes o a producir más volumen.
Competir hoy signifca tener una estructura al interior de la compañía, preparada para el cambio, la innovación y la productividad. Esto se logra cuando se organizan y unifican metodologías de trabajo en cada una de las áreas: producción, administración, comercialización, distribución, etc.
Por ello, es fundamental que las organizaciones certifiquen todos sus procesos como una estrategia para desarrollar ventajas competitivas de largo plazo con miras a satisfacer mejor las necesidades de los clientes.
Según Juan Jasinski, gerente de pinturas en polvo de la empresa argenina Riopint, “A diferencia de lo que mucha gente piensa la norma ISO no habla de la calidad sino que provee los elementos para que tengas una buena gestión de tu calidad. Yo puedo tener un producto de no muy buena calidad y estar certificado por ISO. La norma certifica el cómo hice para elaborarlo y así le puedo dar al cliente una continuidad de producto. A nosotros nos beneficia el hecho de que si el cliente está satisfecho me sigue comprando”.
Certificarse pues, abre las puertas a la confianza del cliente y de futuros negocios. Conviene entonces, poner la casa en orden antes de salir a visitar a del vecino.
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